jueves, 2 de julio de 2015

Si tomáramos en serio a los museos


En esta época de mudanza, antes de aventurarnos en otro incierto intervalo ejecutivo, me parece bueno hacer un pequeño ejercicio de introspección museal. Lo represento mediante un artificio conceptual en el que imagino cauces para afrontar una hipotética mejora de los museos. ;) 

Las frases empiezan con un “Si tomáramos en serio a los museos…

  • Facilitaríamos la declaración de su misión.
  • Promoveríamos la existencia de planes museológicos.
  • Colaboraríamos con sus titulares.
  • Pediríamos consejo a sus profesionales.
  • Solicitaríamos opinión a sus usuarios (y sabríamos quiénes son).
  • Exploraríamos lo que otros actores (administraciones, universidades, empresas, asociaciones…) pueden aportar.
  • Fomentaríamos su gestión sostenible.
  • Potenciaríamos la investigación.
  • Compartiríamos conocimientos.
  • Impulsaríamos su difusión.
  • Lucharíamos por incrementar su papel en la educación.
  • Aprovecharíamos el trabajo en redes y la cultura colaborativa.
  • Formaríamos a su personal.
  • Solucionaríamos su retraso tecnológico.
  • Desarrollaríamos las normas que los gobiernan.
  • Cumpliríamos los planes de desempeño.
  • Evaluaríamos nuestras acciones mediante indicadores y no mediante estadísticas.
  • Y pondríamos al frente de esta labor a equipos profesionales y comprometidos”.

Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. [Marcos 16:15]


Photo by CarlosIRT (Own work) [CC BY-SA 3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)], via Wikimedia Commons

jueves, 21 de mayo de 2015

Nowhere to run to, baby. Nowhere to hide.


El otro día me asaltó el afán de cotejar los programas electorales relativos a cultura que ofrecen los partidos políticos más importantes que se presentan en Castilla y León y en Valladolid. Ya ven, acostumbrado a votar muchos años por afinidades, odios y sentimientos viscerales parecidos, esta vez decidí comparar lo que cada partido ha propuesto en materia de cultura para los próximos cuatro años. Entiendo que, si ganan, su programa será la base de su acción de gobierno y que si solamente obtienen representación será el asiento de su labor de oposición. No se si el esfuerzo merece la pena, pero al menos servirá como agenda.

¿Creen que ha sido fácil? Pues no demasiado. En primer lugar hay que recabar los programas de cada uno, cosa que en tiempos de Internet podría parecer cosa de minutos. La verdad es que los partidos más tradicionalistas “tradicionales” lo tienen todo muy organizadito. El de mejor acceso es UPyD pues en su web autonómica y en la de la ciudad se encuentran los programas de manera muy rápida. Algo más dificilillo de encontrar ha sido el programa para Castilla y León de PP, PSOE e IU-CyL, y en el caso de las propuestas para Valladolid encontré el inconveniente de que para acceder al programa de los dos grandes partidos había que recurrir a páginas personalizadas para los candidatos (PP y PSOE) y que IU se presenta con Valladolid Toma la Palabra.

Por su parte, también me resultó complejo acceder al programa de PODEMOS: en el caso del programa regional porque hasta el día 14 de mayo no se publicó, y en el caso del programa vallisoletano porque no advertí que se presentan bajo el nombre de Sí se puede. Para acabar, CIUDADANOS: me ha costado un triunfo encontrar el programa deValladolid, lo hice en Facebook y gracias a un comentario como contestación a la queja de otra persona, y el programa autonómico no lo he podido encontrar a fecha de hoy, salvo una propuesta genérica. Como no se molestan en concretar he decidido no valorarla, si bien sigue las líneas generales del resto de partidos.

Lo más divertido fue usar las redes sociales para conseguir la información que no encontraba. Aún estoy esperando que me responda cierto amigo del PSOE al que pregunté por Facebook (si bien entiendo que tiene que estar muy ocupado) y que @PodemosCultura y @PodemoscyL me contesten: cierto es que @Podemos VLL me contestó en menos de 15 minutos y me enlazó sus programas. Bravo por ellos. La cuenta @CsCastillayLeon me contestó también rápidamente “gracias por el interés. Iremos presentando el programa por materias durante la campaña”, cosa que sorprende a 15 días de las elecciones. Volví a insistir el 18 de mayo y...

Así que la pregunta debe ser: ¿tanto os cuesta tener los documentos con fácil acceso, enlazarlos al primer minuto de campaña en vuestras cuentas en redes sociales y fijarlos en el encabezado?


 El siguiente paso fue masticar las propuestas de cada partido. La primera conclusión que saqué fue la de restringir mi análisis solamente a lo que se decía en los museos y a aquellas otras medidas que pudieran afectarles. Me quedo con ganas de hablar de algunas de las otras, pero el trabajo es ingente y hay cuestiones para las que no tengo criterio formado, por lo que prefiero no opinar. Solamente diré que los conceptos estrella son la bajada del IVA cultural, reclamar el 1% o 1’5% cultural y trasladar cuestiones de financiación a una futura regulación del mecenazgo (la eterna asignatura pendiente de los gobiernos de este país). También es un buen recurso el tema de favorecer la creación, a los creadores y a las políticas y a las industrias culturales en general y el de aumentar las sinergias (hágase uso del término o no), así como procurar la sostenibilidad y usar nuevas formas de financiación como el crowdfunding. Asimismo está claro que muchos pretenden revisar las fundaciones o eliminarlas. Todos los partidos abogan por aumentar la transparencia de cuentas y gestión, si bien el PP prefiere usar un sinónimo en “neolengua” con un delicioso “remoción de obstáculos y la garantía de la libertad de acceso y divulgación”.

La conclusión es que los partidos de siempre (PP, PSOE, IU-CyL) son versallescos, floridos y vacuos, y manejan conceptos antiguos. Además imprimen un sesgo liberal a la cultura pues la consideran más un recurso económico que un bien esencial. No digo que no la cultura no genere riqueza, pero tampoco que se primen el negocio y las cuentas de resultados. Quizá en esta concepción esté la mayoría de los problemas de los últimos años. También observo que sus propuestas y discursos, sobre todo en el PP, son planas y agotadas. Hace mucho que no se plantean la cuestión de la cultura y no manejan conceptos actuales, y que el PSOE debería echar un vistazo a su izquierda. En este sentido Valladolid Toma la Palabra tiene un programa más avanzado que IU-CyL (¿efecto provocado por EQUO?).

Y los partidos nuevos (Valladolid Toma la Palabra, PODEMOS / Sí se Puede) manejan criterios y conceptos más acordes con corrientes teóricas actuales como la Agenda 21, o los pactos por la cultura: participación, diversidad, polivalencia, identidad, fomento de la creatividad, cultura de proximidad, accesibilidad… Pero su problema es que son más inconcretos y se presiente en ellos una cierta falta de conocimiento de cómo funcionan las administraciones. Por ello su labor se adivina titánica en caso de que consigan representación.

Para finalizar y respecto a los programas de UPyD y CIUDADANOS, no merecen el menor comentario.

En definitiva os explicaré los programas con una analogía futbolística. El PP y PSOE son las viejas glorias que siguen jugando porque tiene contrato y no son fáciles de echar, además controlan el vestuario; solamente aspiran a un buen contrato en la liga de Qatar. IU-CyL es el típico jugador de equipo; juega siempre porque cumple, pero cada año es un poco más mayor. Valladolid Toma la Palabra y PODEMOS son los jugadores de la cantera, con buena técnica pero sin experiencia; están muy verdes y no les dan minutos. UPyD es el jugador que no renovará, quemado por las lesiones y por los jóvenes que le comen terreno; le espera el retiro. Y CIUDADANOS es el fichaje de invierno que no se sabe muy bien para qué vino y que tiene complicado jugar; quizá la próxima temporada. Perdonad el símil futbolero, pero ya sabéis que estoy embrutecido por el fútbol.

Las comparativas (la división en secciones es mía) y algunas de mis valoraciones (que figuran en rojo) en Cultura Castilla y León y en Cultura Valladolid.

Disfruten lo que van a votar.


PD. La boutade de Sí se Puede sobre el Museo del Motor me ha llegado al alma (a los foráneos les recuerdo que en Valladolid está la factoría de Renault). Si se llega a hacer quiero que a la entrada pongan el siguiente vídeo. Al menos bailaremos.



ACTUALIZACIÓN 24/06/2015

Después de un tiempo ha llegado a mis manos el programa autonómico de Ciudadanos para Castilla y León. Nada más que mencionar salvo la pretensión de consolidar la red de museos... Para consolidar algo primero tiene que funcionar.

miércoles, 22 de abril de 2015

¿Museos multifuncionales?


Hay museos que parecen tener clara su misión, aunque solamente sea de manera intuitiva o por costumbre de hacer las cosas de determinada manera, la cual por azar resultó ser correcta, y hay museos que ni siquiera saben que se puede tener una misión. A veces los museos ni siquiera participaron en la configuración de su misión, por llamar de algún modo al hálito que inspiró su creación, pues ésta les vino impuesta por la habitual conjunción de intereses y ocurrencias que tantos museos ha creado en los últimos tiempos.
Esta indefinición, en lo que a la misión se refiere, parece una situación en la que muchos museos parecen encontrarse cómodos pues corren el riesgo de que, al plantearse para qué existen, se den cuenta de que nunca debieron haber sido creados o, lo que es peor, que quizá no tenga sentido que sigan existiendo. Plantear la mera cuestión de la continuidad de algunos museos parecería una postura iconoclasta si no fuera por la necesidad de hacer un esfuerzo de reflexión que asegurara la subsistencia de estos proyectos; muchos de ellos escasamente sostenibles o carentes de trasfondo.
La carencia de una misión, que señale para qué existe, hace que muchos museos desarrollen actividades destinadas al público que no parece que tengan relación con ella, al menos con la que entiendo que debería serles propia; y esto es cada vez más frecuente en determinados casos. A veces estas actividades son esporádicas, lo cual es beneficioso para la imagen y el propósito del museo pues proporciona frescura, variedad y complemento a una programación valiosa. Pero otras veces esas actividades se tornan en extemporáneas por la obstinación de sus responsables en mantener una oferta en su entorno; esta insistencia muchas veces se reduce a imitar modelos que han tenido éxito en otros lugares. Y ya sabemos que las copias nunca pueden sustituir a los originales, ni la acumulación de eventos convertirse en programación cultural.
Este planteamiento me parece inadecuado pues con él los los museos solamente recurren a un modo rápido y facilón de mejorar sus estadísticas, en un modelo de trabajo que simplemente deriva en autoengaño, ya que tiende a identificar el éxito en la concurrencia con un aval de la actividad por parte del público; ¿les suena esta interpretación? Es, ciertamente, propia de políticos.
Nos hemos acostumbrado a mantener que si una actividad congrega mucha gente está claro que el evento es atractivo y que podremos repetirlo una y otra vez mientras mantenga ese éxito. Pero claro, la trampa se encuentra en creer que la gestión del centro es acertada si solamente la analizamos desde el punto de vista cuantitativo y la justificamos en función de una pretendida difusión y promoción del centro. La falacia, en este caso, está en pretender que una mejor difusión y conocimiento del museo reside en la mera presencia mediática; el caso reciente de la pista de pádel en el anfiteatro de Mérida es ejemplo de ésto e ilustra muy bien en este caso sin tener que señalar casos similares en museos. Que los hay en abundancia.
Unir deporte con museos, cocina y alimentos con museos, conciertos con museos, libros con museos, ciencia con museos, bailes con museos, tratar de explicar la historia con clics, con plastilinas o maquetas sin aportar un discurso expositivo adecuado, destinar los espacios del museo a recolectar fiestas de cumpleaños y eventos parecidos, etc…, puede ser válido y recomendable si tiene que ver con la misión y los contenidos del museo. Pero desvirtúa y vacía el contenido del centro cuando responde a intereses espurios del titular o del director, cuando se compite por el público en un mercado de ocio que es tangencial al museo y cuando, sencillamente, se hace sin aportar nada a la experiencia como un recurso para llenar las salas. Es más, supone una competencia con otros espacios en la que el museo no debería entrar, a riesgo de perder terreno propio.
Foto @jl_hoyas

En la actualidad muchos museos adolecen de horror vacui en su calendario de actividades y en sus cifras de resultados. Las soluciones que algunos adoptan nos hace temer que, cualquier día, nos demos cuenta de que el museo que apreciamos se ha convertido en un centro cívico (en el sentido que normalmente le atribuimos), en un centro multifuncional donde se diluyen sus funciones. Y esto no tendría por qué ser malo donde haya un déficit de infraestructuras culturales, pero es una postura que genera escaso beneficio en lugares donde el “evento” se entiende como un objetivo final, en lugar de ser uno de los medios utilizados para alcanzarlo.
La cuestión está en saber si esta situación se debe a una falta de recursos o si se debe a un déficit de gestión o de competencia profesional. Si los museos desconocen cuál es su misión tendríamos que reclamar que se empeñen en definirla.

miércoles, 15 de abril de 2015

Museos de temporada


Los primeros meses de cada cuatro años son época de museos, del mismo modo que hay época de setas o temporada de berros. Si me apuran, podría decir que me parece que también es momento de tarugos, pero eso es una senda por la que es mejor no continuar.

Es habitual ver en la prensa una multiplicación de noticias sobre museos que hablan de inauguraciones, reaperturas, presentación de programaciones, balances, cifras comparativas y, muchos, muchos proyectos de futuro. Todas ellas como anticipo de un inminente paso por las urnas y producto de la avidez del político por exhibir trofeillos culturales y por significar su profunda preocupación por la vida cultural del reducto geográfico por el que culebrea. No faltan siquiera los llamamientos para ayudar a museos en horas bajas, las peticiones de depósitos de fondos o los requerimientos para la colaboración, sobre todo económica; en este caso porque cualquiera sabe que ahora es el mejor momento para el mercadeo. Las más de las noticias son esa suerte de publirreportajes que publican esa prensa cuya publicidad se sufraga con dinero público, y las menos son esas críticas u opiniones que no interesa publicar ni gusta leer, como pasa siempre que se hace notar que el emperador desfila desnudo.

España también sufre por encima de sus posibilidades en materia de museos. No hace mucho Santos Mateos recordaba la frase de Vicent Todolí:  “ningún museo en el planeta -ninguno- gana dinero [...] todos pierden. Y no ganan dinero porque tampoco es su objetivo”. Aceptando la mayor (y sin entrar a detalle y debate), que no tengan como objetivo ganar dinero no es excusa para que lo pierdan o lo despilfarren, sobre todo si lo hacen por mala o nula planificación, por una orgiástica concatenación de planteamientos que parecen no tener padre, pero que a muchos aprovechan. Se trata siempre de proyectos que vienen siempre de arriba abajo, de los que se pergeñan en bares o saraos, y que carecen de la mínima base para proporcionar estabilidad al centro museístico que se pretende crear. Como decían por ahí “a las ocurrencias hay que procurar matarlas de pequeñas, pues si las dejas crecer te acaban devorando”.


Foto tesoro del Museo de Zamora, extraída de http://www.museoscastillayleon.jcyl.es/

Llevo un tiempo observando la casuística en Castilla y León (que, supongo, no difiere mucho de la de otros lugares)  y, a falta de una reflexión más profunda como la que Manel Miró reflejaba acertadamente aquí, la sistematización de una inmensa mayoría de los centros es siempre la misma:
  • La apertura del centro museístico no depende tanto del número de habitantes de la población en la que se asienta como de la existencia de un contenido que, con mayor, menor o inexistente coherencia, justifique el museo. En muchas ocasiones se produce en poblaciones que han perdido pujanza económica por la desaparición de la fuente tradicional de ingresos (actividades agropecuarias, pequeña industria, explotaciones...).
  • Con relación a esto, el contenido que “arma” el proyecto puede ser material o inmaterial; todo vale. Desde la existencia de modos tradicionales de producción (tejidos, alimentos y cántaros variados lo más habitual) hasta la existencia de una colección relacionada directamente con el patrimonio cultural (santos, celebridades de todo pelo y casas donde vivió…), pasando por la disponibilidad de fondos procedentes de un coleccionista (radios, coches antiguos y sus variantes se llevan mucho esta temporada) o de un artista (estos son muy peligrosos por su ególatra insistencia y su ascendencia sobre las autoridades), y sin olvidar los centros de interpretación de algo.
  • El continente será un edificio recuperado o a recuperar: siempre, y digo bien siempre, gracias a fondos públicos europeos (PRODER, FEDER…) y dotado gracias también a más fondos (FSE). No olvidemos fondos regionales, ni provinciales.Una falta crónica de planteamientos museológicos previos, a veces ni siquiera profesionales, resueltos generalmente por empresas no especializadas con museografías más vistosas y pseudotecnológicas que efectivas.
  • Compartición del espacio del museo con otras dependencias municipales (turismo, biblioteca, centro cívico) y actividad cultural acorde.Presentación a la prensa, eso sí, muy cuidada pero muchas veces con escasa repercusión debido a la rápida sustitución de las noticias en los medios digitales. Este impacto menor se intenta corregir mediante la asistencia a todo tipo de convocatorias y ferias turísticas y patrimoniales, o mediante la presencia en las inauguraciones de políticos o famosos de medio pelo.
  • Y lo que es peor y muy común: existencia de presupuesto para la puesta en marcha pero sin estabilidad presupuestaria ni plan de viabilidad, entendido éste como el documento que debe describir los recursos necesarios para poner en marcha el centro museístico, y los costes de producción o mantenimiento de su funcionamiento y fines, así como su rentabilidad social y cultural (art. 22.1 de la Ley de Centros Museísticos de Castilla y León). 

¿Y por qué hay quien llega de manera tan fácil a la conclusión de que hay lo que necesita el pueblo es un museo? Los argumentos son sencillos:
  • El museo supone,en una mediana población, la guinda en la labor cultural de sus responsables políticos. Como institución prestigiosa su creación es incontestable y sirve como elemento propagandístico de primer nivel, tanto de cara a sus conciudadanos como ante los compañeretes del partido.
  • Asimismo, la creación del museo se identifica con la identidad de la población. Se trata de exacerbar una especie de micronacionalismo localista que utiliza al centro como referente de la comunidad, con la intención de aglutinar a la ciudadanía y presentar a los visitantes foráneos los logros pasados y la proyección a la que aspira la colectividad.
  • El centro será un pilar de la recuperación económica de la zona sobre la base de la atracción turística, partiendo de la creación de un recurso patrimonial que genere visitas y, en consecuencia, puestos de trabajo e ingresos económicos. Sin embargo este modelo es muchas veces falaz, pues el recurso inicia su recorrido desde cero y el arranque suele agotar la mayor parte de las fuerzas con las que se contaba. Ni que decir tiene que el número de puestos de trabajo creado es escaso, sin profesionalizar y precario, y que la inyección económica suele ser menor que la prevista. Es más, el museo puede ser capaz de corroer el presupuesto del municipio.
  • El museo acaba demostrando escasa capacidad de atracción, siempre menor de la prevista (museos que esperan 30000 mil visitantes en su primer año de vida venden como exitazo la llegada de apenas 5000 ¿qué esperaban? y dan botes de alegría por un centenar de personas en algún período vacacional). Como mucho añade valor a la oferta cultural de la localidad, pero como su oferta es poco más que el nuevo museo entramos en una espiral que no lleva a buen término. 
  • La aventura no suele tener consecuencias políticas. Los votantes suelen ser benévolos con estas iniciativas pues la localidad adquiere cierta visibilidad, se perciben visitantes y algún impacto económico. Sin embargo, nadie osa auditar los resultados del museo, existe escasa transparencia en la gestión y, cuando existe, se basa en la difusión de noticias cuantitativo/comparativas del número de visitantes en las que se trata a las estadísticas como si fueran indicadores. Lo peor es que a veces se reincide en el error.
Foto By Brocken Inaglory. The image was edited by user:Alvesgaspar (Own work) [GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html) or CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/)], via Wikimedia Commons
¿Hay alguna manera de atajar esta burbuja, o de mitigar sus estragos al menos? Veamos:
  • La voluntad de crear un nuevo centro museístico debe partir de una prolongada reflexión sobre su oportunidad y viabilidad que derive en una seria planificación. Para ello es imprescindible la participación de profesionales en la definición de la misión del futuro museo y en la posterior redacción del plan museológico. 
  • Más allá de colaboraciones económicas (no soy partidario de subvenciones) el apoyo de las administraciones autonómicas debería centrarse en colaboraciones técnicas y en el desarrollo de herramientas que permitan una mejora funcional en los centros y su gestión sostenible. 
  • En consonancia con lo anterior cabría demandar una mayor cualificación profesional, bien a partir de la participación de personal capacitado, bien a partir de la mejora del existente gracias a cursos de formación, o bien ambas cosas.
  • Fomento del trabajo bajo criterios de transversalidad y cooperación entre instituciones y centros, y estimulación de una cultura de actuación en red con la generalización de órganos comunes y participación responsable.
  • Transparencia como criterio básico de cualquier actuación. 

Evidentemente hay ejemplos significativos de museos con una trayectoria impecable y, seguramente, son más los museos bien gestionados que cumplen su misión que los proyectos museísticos que fracasan. Sin embargo sospecho que estos últimos son más de los que la sociedad puede permitirse y que si rascamos un poco la superficie encontraremos aún más. No debemos conformarnos con esta situación y para ello seguramente sea bueno iniciar un debate. Eso sí ¿dónde? y ¿quién?

domingo, 22 de marzo de 2015

No es solo cosa de echar una mano


Es tristísimo que un museo cierre, sobre todo si lleva más de 60 años abierto y custodia unas colecciones con una categoría como las del Museo de San Joaquín y Santa Ana, en Valladolid. Aunque, en cierto modo, quizá no deba descartarse el cierre como un solución temporal en lo que se buscan nuevos modos de gestión que sean sostenibles. Naturalmente esto sustrae el museo y sus colecciones al público y el cierre no es garantía de reapertura en el futuro; por eso antes que llegar a un cierre definitivo quizá se podría optar, al menos de momento, un cierre estacional o una apertura a demanda. Modalidades al respecto hay infinidad.

Lo que no se puede negar es que el anuncio del cierre del Museo de San Joaquín y Santa Ana coincide con el mejor momento (pre-electoral) para que puedan encontrarse respuestas políticas, si bien quizá no esté en las administraciones una solución adecuada al problema. Es el viejo recurso de ir poniendo parches que solamente alargan la agonía, en lugar de plantear medidas que partan de un análisis de la situación y que encuentre alternativas para solventar las dificultades y eliminar sus causas. No se trata, en fin, del simple remedio de habilitar una subvención que adormezca el problema hasta dentro de otros cuatro años.

A pesar de las manifestaciones oportunistas de la alcaldía, por sobrevenidas más que nada, la solución se encuentra en abordar un plan de viabilidad que, inevitablemente, debe partir de la titularidad del museo. No es necesario que lo redacten las propias monjas, que ya tienen con lo suyo, sino que se utilicen mecanismos legislativos y de planificación ya existentes; que los hay y suficientes. El apoyo de las administraciones debe venir por esa vía y debe hacerse sin caer en la tentación de detraer o eliminar recursos de otros proyectos. Sobre todo porque “echar una mano” a este museo así, sin más, legitimaría al resto de los 450 museos de Castilla y León para pedir una “ayudita” a las administraciones. Y entonces que harían estas ¿decir que no? La arbitrariedad y las excepciones son, en sí mismas, injustas.

Una cosa que me sorprende de este asunto es ver cómo se ponen de perfil algunas instituciones, asociaciones y particulares que siendo tan cercanas al museo se sirven de los medios que éste tiene (por alquiler, préstamo, o por simple costumbre). Se me ocurre que estas sociedades podrían explorar un incremento de los medios de compensación a las monjas que fueran destinados al mantenimiento del museo. Esto sería más justo que mirar para otro lado mientras se reclama una pronta resolución por parte de las autoridades.

File:Valladolid - Real Mº de San Joaquin y Santa Ana 4.jpg
Foto by Zarateman (Own work) [Public domain], via Wikimedia Commons
En los tiempos que corren es difícil que un pequeño museo sobreviva solamente con recursos propios, por lo que debe procurar una gestión colaborativa. Quizá los museos religiosos de Valladolid, o los de Castilla y León, deberían plantearse la creación de una oficina o departamento que brindara asesoramiento y recursos a estos centros, dejando al margen cuestiones de titularidad, congregación, obediencias o jerarquías eclesiásticas. Hablando se entiende la gente y hay múltiples foros e interlocutores para hacerlo (delegados diocesanos de patrimonio, comisiones mixtas, asociaciones…, o incluso la Fundación las Edades del Hombre que no todo va a ser hacer exposiciones).

¿Ven cómo hay formas de abordar el problema que no supongan gasto público?